Hoy les traigo un breve escrito que tengo tiempo haciendo y subiendo a facebook. Es una clase de sueño que terminó siento una historia dentro del mundo de Patricia y Fabián en "Te Confieso". Agregaré las fechas en que las subí ¿Ok? Disfruten, comenten, ámenlo.
Parte uno: 23/Mayo/2012
Sábado. 23:20 hrs.
"Te quiero ver"
"Estoy por tu casa ¿quieres que vaya?"
"Sí. Ven a verme"
"Sal de tu casa, estoy en la esquina"
Lo
anterior, fueron los mensajes que nos estábamos mandando Fabián y yo,
mientras yo acostada en mi cama y en pijama -de gatitos- leía una de las
revistas de moda. Al ver el último mensaje, no pensé dos veces y caminé
rápido hacia la entrada de mi casa, sin realizar que era muy tarde. En
cuanto abrí la puerta, miré la calle vacía: sólo había un perro comiendo
basura y un par de cantineras en la esquina "¿Será que me engañó?"
pensé, antes de ver que en mi celular había una llamada entrante.
-Te dije que en la esquina.
-¿Eres una de las cantineras?
-En la otra esquina.
-Oh, vaya.
Colgué.
miré la otra la esquina y ahí estaba él. Parado con el celular en mano,
viendome con una sonrisa en el rostro. Cuando me paré frente a él, le
saludé con la mano.
-¿Qué es eso?- preguntó, sorprendido.
-Una pijama- respondí sin más.
-¿Pijama dices?
-¿Querías un baby doll?
-No, pero no me lo esperaba.
Tuve
el impulso y lo abracé fuertemente. Sentí el aroma de su ropa, la
loción corporal de siempre... sí, era esa que me mataba. Él sólo miró al
cielo y me abrazó igual. Arañé las fibras de su ropa y su espalda,
suspiré profundamente en su pecho y a los pocos segundos él me apartó.
Me quiso mirar a los ojos, pero no lo dejé. Mi mirada estaba puesta en
su pecho y mis pensamientos estaban inmersos en lo que me era inevitable
sentir cuando estaba a su lado.
-¿Qué pasa Patricia?
-Nada.
Mis
manos empezaron a sudar. Me era imposible decirle lo que le quería
decir. ¿Qué era eso que le quería decir? No lo sé, pero el sólo pensar
en ello me hacía sentir nerviosa.
-Me tengo que ir
-No te vayas
-Pero---
-¡Que no te vayas!- exclamé y apreté su playera azul.
-Vas a maltratar mi playera---
-No me importa.
-¿Pero
qué te pasa? No es normal que te comportes así conmigo. Sólo vine a
verte un poco, pero ando corto de tiempo. ¿Tienes algo que decirme?
-Nada.
-Dímelo, sabes que puedes confiar en mí, ¿recuerdas?
Me
detuve, por un pequeño segundo, y cuando pude armarme de valor, lo
solté, eso que no podía expresar con facilidad, que era como ésa palabra
que no encuentras y se queda en la punta de tu lengua.
-Promete... que nunca me dejarás.
-No puedo prometerte eso.
-¿Pe--pero Porqué?
-Mira, no puedo negar lo que ambos sentimos, pero ya hay alguien a quien no puedo lastimar. Lo siento.
-No te entiendo. Quiero pero no puedo. Si no quieres lastimarla ¿qué haces aquí?
-¿Quieres que acaso te repita lo que ya hablamos antes?
-No
Me acarició la cabeza como si fuera perro.
-Me voy a casa. Nos vemos mañana.
-¿Mañana? ¿Mañana me hablarás?
-No lo sé
-Dijiste "mañana..."
-Bueno, iré al cine con mi hermana a las 4. A las 6 te veo en el lago.
-Está bien. Te quiero.
-Yo también.
Se subió a su camioneta y se fue.
Parte dos: 26/Marzo/2013
Al día siguiente era un domingo, domingo familiar, domingo de playa, domingo de dormir,
domingo astromántico.
Mi día empezó con unas empanadas de carne y un vaso de jugo. No suelo
desayunar algo en mi casa entre semana, por lo que cada domingo disfruto
al cien lo que mi madre me hace de comer. Mi padre había salido, así
que solo estábamos ella y yo. Platicamos un rato y me preguntó por
Santiago: ahí fue cuando recordé que no le había enviado nada desde el
viernes. Vaya qué distraída.
Mi desayuno ya no era algo de
disfrutar, lo devoré de inmediato y corrí a mi habitación a llamarle.
No tardó nada, contestó de inmediato.
-Hola mi amor.
-Hola.
-¿Como estás? ¿Qué hiciste ayer?
-Esperé tu mensaje.
-¿Mensaje?
-Ayer íbamos a ir a la exposición de máscaras que habría en el museo, pero como siempre, se te olvidó.
Cachetada en la cara, realmente lo había olvidado.
-¿Estás molesto?
-Sí.
Otra cachetada.
-¿Podemos ir hoy?
-Sí.
Sobó
el golpe. No reclamó nada, quedamos a las cuatro y colgó. Recordé que
me había quedado de ver con Fabián, realmente no sabía cómo me iba a
zafar de allí y salir airosa de una pelea con Santiago.
A
las tres de la tarde ya estaba arreglada. El mejor maquillaje encima,
cabello planchado, accesorios que nunca uso prendidos de mis orejas y
manos, un vestido que me acababa de comprar y mis zapatillas favoritas;
sólo faltaba comprar unos chocolates y voilá. Estaba segura que si me
veía se iba a olvidar de que estaba enojado conmigo. No fue... tan
así.
El
clima había amanecido tan favorable pero, quién diría que empezaría a
llover después de que salí de casa. Llegué al museo apenas seca: no pude
evitar que la humedad afectara mi cabello, pero el maquillaje y la ropa
estaban intactos. "At least" pensé, y luego me quedé recargada en una
columna a esperar. Hoy había llegado mas o menos temprano precisamente
para que no se enojara de que tardé. Eran las 3:45 y era obvio que no
aparecía, pero cuando dieron las 5, me preocupé. Santiago no es de los
que llegan tarde. Envié un par de mensajes a su celular pero no recibí
respuesta de ninguno. Me la había regresado más que entera y antes de
empezar a llorar, llegó una respuesta, aunque de un celular desconocido.
"No podré ir" decía, y sin pensar marqué. Sorprendida estuve de que contestó una mujer.
-¿Hola?
-¿Quién habla?- dije yo, desconcertada completamente.
-¿Con quién quiere hablar?- contestó de manera déspota.
-Me enviaron un mensaje de este celular.
-Oh...
Luego
de eso, colgó. Mis ojos quedaron en blanco ¿Qué chingados fue eso? Mi
imaginación se disparó en un millón de direcciones catastróficas y salí
del museo corriendo. Hacía frío y las nubes tiraban chorros de agua. Mi
vestimenta se arruinaba cada vez más conforme caminaba hacia donde mis
pies me llevaran. "Cualquier destino es bueno" pensé, y ése "cualquier
destino" me llevó a pasar cerca del cine.
Una camioneta pitó a mi lado, cuando volteé no pude creerlo: era Fabián.
Parte tres: 27/Abril/2013
Al ver sus penetrantes ojos observarme y su expresión
preocupada, mi ritmo cardiaco se aceleró y me percaté impresionada de la
hora en mi reloj. Había estado caminando por casi una hora bajo la
lluvia y mi mente sólo se atrevió a pensar "Mi apariencia es un asco".
Se abrió la ventana del copiloto y su hermana se encontraba sentada allí
jugando con una consola portátil, divertida. Fabián, todavía
sorprendido, me indicó que me subiera en la parte de atrás. Sin decir
nada, me postré en los asientos de piel.
Al sentir la
calidez del interior del vehículo me incorporé y me di cuenta del
maldito frío que tenía; mis dientes castañeaban ruidosamente, mi cuerpo
no paraba de temblar, podía sentir el agua fria escurrirse de mis
piernas y mi cabello. "P-p-perdón, Lo--los as-s-sientos" fue lo único
que pude decir ante el gesto de Fabián y estornudé ruidosamente. Qué
desastre.
-No te preocupes por eso, ahora cúbrete- dijo, extendiendo su chamarra que recién se había quitado.
No respondí nada, sólo la tomé y me la puse.
-¿Me puedes contar qué sucedió?
Me
mantuve sin palabras: si abría más la boca, iba a gritar a los cuatro
vientos lo que nunca hubiera querido que él escuchara. Él no insistió y
puso la camioneta en marcha. Su hermana se limitó a asomar su cabeza,
regalarme una sonrisa y unos
kleenex: después de eso no tuve
mucha conciencia de los hechos, sólo pude observar la cariñosa mirada de
Fabián en los altos del semáforo y la plática que mantuvo con su
hermana pequeña acerca de la película.
Al llegar a su
casa, su hermana se despidió tímidamente de mí y bajó mientras Fabián y
yo nos quedamos en la camioneta. El motor seguía encendido y se refirió
una vez más a mí:
-¿A dónde quieres ir?
-No se- pude contestar, más aliviada.
-¿A tu casa?
-No
-¿Quieres comprar algo de ropa?
-¿Qué?
-Yo la pago- ríe un poco- siempre tienes esta maña de aparecer mojada por aquí ¿eh?
-Sí, recuerdo muy bien a qué te refieres.
-Cómo olvidar...
Tuvo lugar un breve silencio y continuó.
-Ven al asiento de enfrente, no quisiera hacerla de chofer.
-¡Pero lo eres! Eres mi chofer...
-¿Y eso desde cuando?
-Desde que siempre me das aventón en los días lluviosos.
Carcajadas inundaron el ambiente y por alguna extraña razón, ya era feliz. Sólo con él, siempre lo era.
No
pasaron más de diez minutos que habíamos dejado su casa en dirección a
un centro comercial cuando una llamada entrante a mi celular reventó
todos mis sentidos: era Santiago. El equilibrio y sanidad que me
quedaban se había ido ya por las inundadas cañerías de aquélla ciudad y
arrojé el celular con ellas a través de la ventana. Fabián al presenciar
esto, frenó el carro instintivamente y me dijo un poco molesto:
-¿Qué te pasa?
Acto
seguido, activó las luces intermitentes, salió de la camioneta y
recogió el increíblemente intacto aparato (a excepcion de un par de
rasguños en la pantalla) que luego de regresar, me lo extendió, no
pudiendo ocultar la ira en sus ojos. Un mensaje visible en la pantalla
era la causa: Llamada perdida de "
amor".
-¿Qué hizo?
-Nada.
-¿Qué diablos te hizo?
Me
quedé callada, con los ojos vidriosos a punto de estallar. La llamada
entrante se repitió y Fabián me arrebató el celular de las manos.
-Si tú no me dices, el lo hará.
No podía dejar que Fabián contestara. Era un buen
payback pero, simplemente no podía.
-Me dejó plantada.
-Y qué más.
-Y...
La lluvia incesante de mis ojos comenzó, y entre alaridos le dije:
-¡Creo que me engaña!
Fabián con los ojos abiertos como platos, me respondió crudamente:
-¿No es lo mismo que le hacemos nosotros a él y a Perla?
Espero traer una continuación pronto. Los amo :**
Continuación:
http://chicaeroticursi.blogspot.mx/2013/05/conciencia-bruta-short-story-pt-1-3.html