Ya no podía más, me sentía muy mal. Habían pasado alrededor de veinte minutos desde que el hombre violento salió por la puerta y solo me pregunté una y otra vez "¿qué hice para merecer esto? quiero irme a mi casa..."
La sed y el hambre empezaron a tomar control sobre mis intestinos y no era el mejor momento para eso. Cerré mis ojos, traté de relajarme un poco... ¿qué más podía hacer?
Una nueva persona entró por la puerta sin aviso alguno: era un muchacho joven, alto, facciones bien parecidas... En sus manos sostenía una botella de agua fría y cargaba con una mochila de gimnasio.
Se agachó frente a mí y me ofreció la botella con agua.
"¿Tienes sed?" preguntó él, con una voz suave, profunda y aterciopelada... era el otro chico que estaba en la van. Desde mi posición en el suelo, lo miré bien: era un hombre muy guapo: cabello negro ondulado, ojos alargados y oscuros, nariz alargada y masculina; dos lunares característicos perfectamente posicionados: uno en la nariz y el otro debajo de su ojo derecho. De no ser por que estaba en este lugar, podría haber pensado que era un modelo, pues tenía la gracia y porte de uno.
"Sí" respondí sin pensarlo dos veces, pues mi garganta reseca me lo imploraba, a pesar de que tenía la sensación de que esa agua tenía un precio.
Al ver mi mirada desesperada, el muchacho de los lunares gesticuló media sonrisa y sacó un plato de perro de su mochila, el cual lanzó frente a mí.
"Pues toma agua, perra" espetó con desdén, vaciando la botella de agua en el plato. Yo solo miré estupefacta cómo caía el agua helada desde su altura hasta el plato colocado en el suelo, salpicando por todas partes. Una vez vacía la botella, la arrojó a un lado.
Sin saber cómo reaccionar, me quedé congelada.
"¿No vas a tomar? y yo que me porté tan amable y te traje agua. Si no la quieres, es mejor que la tire-" dijo él, haciendo ademán de retirar el plato.
Mi cuerpo pedía a gritos el agua, no podía dejar que pasara eso, aunque eso pisoteara lo que me quedaba de orgullo.
"No, espera, sí la beberé" dije desesperada, acercándome al plato rápidamente, pero cayendo miserablemente frente a él. Sentí todo el peso de mi cuerpo caer sobre mis pechos y barbilla, por lo que no pude evitar encorvarme del dolor. Lagrimeé un poco, pero me aguanté el lloriqueo. El muchacho bufó ligeramente ante ello, al parecer le había parecido gracioso...
"Rápido, rápido" alentó él, en tono burlón "así sin meter las manos, que eso es trampa"
"¿Trampa? ¿cómo debería beberla entonces?"
"Cállate y tómala como lo que eres, como una perra" respondió sin miramientos.
"Yo diría que más como un gusano" me dije entre dientes.
La forma en que me trataba... era obvio que estaba disfrutando verme así de humillada. Yo... literalmente quería que la tierra me tragara, desaparecer, morir de forma espontánea, lo que fuera... pero eso era un lujo a estas alturas. Con mis brazos todavía impedidos, torpemente me recosté sobre mis pechos e intenté beber del plato; chupándolo y lamiéndolo, pues no había de otra.
"Mi nombre es V" dijo el chico de los lunares. Yo estaba muy ocupada para responder o siquiera mirarle. "Bueno, tú a lo tuyo... tendremos mucho tiempo para divertirnos hoy" Me miró paciente y esperó a que yo terminara sin decir una palabra más. Al terminar, me recosté boca arriba para descansar un poco de aquella posición incómoda y miré de nuevo a la persona que tenía arriba de mí.
"¿Estuvo rico?" preguntó, sonriendo. Yo asentí por inercia, agotada por el esfuerzo, jadeando ligeramente.
El muchacho bajó a mi altura, abrió su mochila y sacó unas tijeras.
"No te vayas a mover. Si te portas bien, yo también me porto bien" advirtió. Cortó el resto de los cinchos y sentí un notable alivio. Mi cuerpo finalmente se pudo relajar adecuadamente y la sangre corrió nuevamente por mis brazos y piernas. Entrecerré mis ojos y disfruté de aquella leve sensación de satisfacción.
"Gracias" murmuré. Al parecer este chico no era tan malo... solo un poco raro.
Se sentó a mi lado y colocó mi cabeza sobre sus piernas. No sabía qué tramaba, pero estaba muy cansada para reaccionar. Con una de sus manos, acarició con delicadeza mi cabello, pasando sus dedos a través de las hebras, mientras que con la otra, acarició mis brazos y mis manos, donde había notables marcas de los cinchos... casi como si sintiese lástima.
"¿Por... qué...?" susurré, todavía con mis ojos entrecerrados.
"Shhh... los perros no hablan" me dijo, colocando su dedo índice sobre mis labios. Nuevamente ese comentario, algo despertó dentro de mí... esto... estaba mal. Intenté levantarme, pero él me retuvo con facilidad.
"Calma, todo estará bien, solo tienes que hacer todo lo que yo te diga" dijo tranquilo, mirándome directo a los ojos, de una manera un poco amenazante.
De su mochila sacó un par de coderas, otro de rodilleras y cuatro cinturones negros cortos. No puse mucha resistencia mientras me las colocaba, pues de alguna manera me sentí comprometida a acatar.
"¿Por qué haces esto?" pregunté, pero no recibí mayor respuesta que un levantón de ceja.
Aprisionó mi cuerpo con los cinturones de forma que solo podía gatear con mis rodillas y codos, los cuales ya estaban protegidos. También hizo mis manos puños y me las encintó con cinta adhesiva negra. Ahora no podía usar mis dedos. Todo esto cobró sentido cuando, de cereza en el pastel, sacó unas orejas de perro del mismo color de mi cabello y una cola.
Lo miré desconcertada y preocupada ¿de verdad quería hacer de mí un perro?
"Vale, ya hice lo que querías, pero no me pondrás eso"
Respiró hondo, estaba segura que se estaba conteniendo para responder, pero yo no quería seguir con este juego extraño... ya no...
"¡No soy un perro!" exclamé, lo cual logró agotar su paciencia.
"¿Estaré escuchando voces?" preguntó al aire con un tono molesto "¿Acaso escuché palabras venir de la boca de un PERRO? Creo que me estoy volviendo loco ¿no lo crees, Karren?"
La forma en que dijo mi nombre me heló la piel y ya no me atreví a responder esa última pregunta. Sus ojos iracundos me inyectaron una sensación de terror casi igual que la de RM.
V aprovechó mi parálisis de miedo y me colocó las orejas en la cabeza. Su enojo se desvaneció casi inmediatamente después de ello.
"Ahora la colita" me dijo, sonriendo (?).
Era un cinturón con una cola pegada, algo simple. Dejé que me lo pusiera, aunque estuviera algo apretado.
"Vaya, qué linda perrita callejera me encontré" dijo tiernamente(?), acariciando mi cabeza. Yo me dejé, sin decir nada.
"Este tipo está demente" pensé para mí.
"Buena chica, así me gustas, calladita. Mi nombre es V y yo seré tu dueño de ahora en adelante"
"¿Dueño? ¿Qué?" me pregunté, pero solo me mordí el labio para no responder nada innecesario. Si le seguía el juego, probablemente no me pasaría nada muy malo...
"Ahora ten, toma agua más agua cariño, pero recuerda, como los perritos ¿eh?" dijo él, acercándome una vez más el plato que volvió a llenar con agua.
Intenté beber del plato como un perro nuevamente, aunque ya no tuviese sed. Unas cuantas lágrimas se me escaparon, pero me contuve una vez más de llorar. Otra vez me terminé el plato como pude.
"Buena chica" dijo, mientras acariciaba mi cabeza como si acariciara a un perro. "Ahora debes tener hambre, pobrecita" dijo, a lo que mi estómago respondió por sí solo "mira qué sincera, vamos, no seas tímida y pídeme que te dé de comer"
Me quedé en silencio, mirándole fijamente. Estaba segura de que esperaba algo que yo no iba a hacer. Podía pasar más hambre de la que sentía en ese momento.
"¿No me vas a pedir? ¿Es que eres una perrita tímida? Pero vamos, cuando veas lo apetitosa que es la comida, te la acabarás en un santiamén" dijo él, retorciendo su rostro ligeramente.
V abrió su mochila de nuevo, sacó una lata grande de comida para perro y otro plato. Fue ahí cuando me escandalicé, no iba a comer eso. No señor.
"No hay perrito que se le resista a estas latitas de comida premium" comenzó, mientras abría la lata y vaciaba el contenido pastoso en el plato "la conseguí solo para ti. En cuanto te vi llegar, supe que te quería adoptar y tener solo para mí"
Habían pasado muchas cosas anormales durante el día, pero es que lo que estaba ocurriendo en este momento rebasaba mis expectativas de lo peligroso y lo anormal.
"Vamos, come. No dejes ni una sola mancha en el plato" alentó.
Mantuve mis ojos fijos en el plato... oh no... ni de coña me comería eso...
V se levantó y se sentó en la silla a mirarme pacientemente comer, pero yo no moví ni un pelo. Me replanteé un millón de veces el comer o no comer aquello que tenía enfrente, aquél nauseabundo olor a la comida de perro impregnaba toda la habitación y hacía que mis tripas rogaran por ingerir lo que fuera... pero mi mente no me dejó sucumbir a tanta humillación.
"Tsk, no pensé que fueras tan melindrosa, tendré que ayudarte a comer después de todo" rompió él el silencio.
Se paró de la silla y me tomó del cabello con fuerza. Yo exclamé del dolor y él hundió mi rostro en el plato; parte de la comida se metió a mi nariz, parte en mi boca... La firmeza con la que obligaba mi rostro a permanecer en el plato me estaba asfixiando. Intenté moverme y zafarme, pero no pude. No tuve más remedio que comenzar a comer y V lo notó, por lo que aligeró gradualmente la fuerza de su mano hasta soltarme. Tosí parte de la comida que se alojaba en mi nariz, pero ultimadamente limpié el plato por miedo a que me hiciera algo peor.
"Buena chica" me dijo contento "ya sabía que al final te gustaría, mira como dejaste el plato"
No puedo decir que supiera particularmente mal, pero definitivamente era un platillo que no quisiera repetir.
"Ven aquí preciosa, te voy a limpiar tu chipo, que quedó muy sucio" dijo V, sacando un pañuelo de su pantalón y limpiándome con él.
"¿Por qué me haces esto? Era suficiente con lo del agua" le pregunté, liberando algunas lágrimas. Eso no le pareció nada bueno a él.
"Definitivamente me estoy volviendo loco... o es que esta perra es muy malcriada. Si sigue intentando actuar como un humano, tendré que castigarla" me advirtió una vez más, pero me negué a seguir con esto, de alguna manera prefería que me molieran a golpes antes de sufrir de nuevo esta humillación.
"No escuchaste mal, ya déjame en paz por favor, todos ustedes... estoy harta... no hice nada malo y sigo sin entender por qué me hacen esto a mí... si lo que buscan es a Dana, busquen a Dana, yo no sé nada" exclamé abrumada.
"Será mejor que comiences a ladrar. Ahora" dijo él con una voz completamente seria, parecía que algo se había roto dentro de él.
Un escalofrío paralizante recorrió todo mi cuerpo en respuesta.
"Si no vas a ladrar, será mejor que te ponga un buen bozal, para que dejes de hacer ruidos extraños" expresó, mientras se volvía nuevamente hacia su mochila. De ella, sacó una pelota roja con dos tirantes colgando de dos extremos.
"Ládrame, lloriquea, pídeme perdón con tus gestos y tu cuerpo. Menea la cola como loca. Porque si no lo haces ahora, haré que lo hagas diez veces más una vez te coloque esto en el hocico"
Lo decía en serio, muy en serio, iracundo, desquiciado. Pero yo también estaba seria.
"Estás demente" lo reté. La adrenalina comenzó a tomar control de mi cuerpo ¿qué estaba diciendo?
"Muy bien, así lo pediste" dijo él.
Se acercó a mí violentamente, me tomó de la mandíbula y me colocó la mordaza, la cual apenas cupo entre mis dientes y labios.
"Annghh" exclamé en agonía. La mordaza forzaba mi boca a estar abierta y me lastimaba.
"Hermosa perrita, ahora no harás más ruidos extraños" dijo él, observando cómo la saliva erupcionaba de mi boca. Parecía entretenido por ello. Tomó de nuevo las tijeras y se puso encima mío, para así cortar la blusa y el pantalón que traía puestos. Yo me quedé quieta, las tijeras estaban muy puntiagudas. Recortó mi blusa y expuso el brasier blanco que me habían dado anteriormente. V se mordió los labios al verlo. Luego cortó el short y expuso las panties blancas. Me sentí avergonzada una vez más, pero también algo caliente, como si muy en el interior quisiera que me desnudara...
"Los perritos no usan ropa a menos que sus amos se la permitan... por ahora, te vas a quedar en ropa interior" me dijo, mientras admiraba mi cuerpo semidesnudo debajo del suyo completamente vestido.
Se quitó de encima mío para tomar una especie de látigo corto y me dirigió la mirada. Yo hice ademán de que no lo hiciera, pero...
"No tiene caso, ya te di una oportunidad y la desaprovechaste"
Hincada, rogué que me liberara, pero de mi boca solo salía saliva y sonidos ininteligibles.
"Siéntate bien, derecha" demandó él, pero yo no lo quise hacer...
Entonces él me pegó un latigazo en el pecho. Éste me dolió mucho, así que me quejé de dolor.
"Dije, siéntate bien"
Me senté como él quería. Como un perro.
"Saca más el pecho, como la perra orgullosa que eres"
Levanté el pecho hacia él, haciendo que mis senos resaltaran y rebotaran.
"Así me gusta. Ahora quédate quieta, recibirás tu castigo por ser una perra mala... Y no, no te preocupes, seré bueno contigo porque apenas nos estamos conociendo"
Respiré hondo, recé para que no me doliera tanto.
V se acercó y comenzó a pegarme latigazos en los senos, los cuales escocían y hacían que me retorciera de dolor.
"Ladra" dijo él.
"AHFF, AHFFF" intenté, mientras sufría por el dolor y batallaba con la mordaza.
"¿Cómo dices? ¿Cómo chillan los perros?"
Traté de imitar el sonido del chillido de un perro y comenzó a reírse a carcajadas.
"Qué adorable perrita. Así me gustan, obedientes" dijo.
"Ahora, acuéstate boca abajo"
Hice como pidió.
"Para esa cola, tengo que darle un buen vistazo antes de azotarla"
Levanté levemente mis nalgas, con miedo.
"Levántala bien, no creo que quieras desafiar a tu dueño a estas alturas"
Así sin más, levanté mis nalgas hacia él para que las viera y saboreara a gusto; en respuesta, V comenzó a azotarlas con fuerza, dejando un escozor nada placentero. Yo hacía ruidos de todo tipo, no sabía cómo pedirle que parara. Meneé mi cola como él dijo que lo haría, pero por el ardor intenso que me provocaba. Estaba segura de que quedarían marcas. A pesar de la adrenalina y la excitación, también lloré mucho. Estaba completamente a su merced.
"Acuéstate boca arriba y abre esas piernas"
Hice lo que me pidió, cualquier cosa para que dejara de azotarme...
Me colocó una especie de barra entre las piernas para mantenerlas abiertas.
"Qué exquisito manjar tienes allí abajo" comenzó, acariciando con el látigo corto mi entrepierna por encima de las panties "de seguro muchos perros lo han de anhelar. Es una lástima que a partir de hoy tienes un dueño y no dejará que nadie más que él lo toque"
Quise cerrar las piernas, no quería que nadie, pero nadie tocara mi entrepierna... pero era imposible en este momento.
Comenzó a darme latigazos en mi parte, yo gemí. No lo hizo muy fuerte, pero mi cuerpo ya estaba muy sensible.
"Parece que te gusta que te estimulen la vagina, perra sucia"
No le podía mirar. Me quedé en silencio.
Con el mango del látigo, comenzó a acariciar mi clítoris a través de la ropa interior, a lo cual mi cuerpo reaccionó de una manera que yo no quería. Gemí y gemí, mientras él disfrutaba mirándome.
"Suficiente castigo por hoy" dijo él, después de hacerme sentir así...
Me retiró todo lo que me había puesto al principio, ahora sólo estaba en ropa interior, sentada en el piso frente a él, que también estaba en el suelo. Me miró a los ojos, yo lo miré de vuelta. Acarició mi cabello y me lo acomodó... Acercó su rostro al mío lentamente, casi como si fuese a besarme, nuestras respiraciones muy cerca...pero se detuvo a unos milímetros antes de tocar mis labios.
"Ah, apestas a comida de perro y saliva, qué asco" dijo él, arrojándome a un lado con fuerza. Yo azoté en el suelo fuertemente.
"Auch ¿Qué te pasa?"
"Ya me aburrí de ti" dijo él, levantándose "jugaré en otro momento contigo"
"¿Y me vas a dejar así?" pregunté, refiriéndome a la ropa.
"¿No entiendes español? Finito, tan tan, colorín colorado, game over"
Lo miré impactada.
"La ropa, quise decir de la ropa, tengo frío"
"¿Quieres ropa?" preguntó, riéndose.
Me arrojó sobre mí y comenzó a atarme con las tiras de tela de la ropa que cortó anteriormente. Aunque intenté forcejear, mi cuerpo estaba agotado.
Con las manos y codos en la espalda, con mis rodillas y tobillos juntos, me sentó frente a la silla, entre las dos patas frontales, mirando hacia la puerta. Amarró mi cuello a las patas y me puso de nuevo la mordaza.
"No te vayas a escapar" dijo él finalmente, cerrando la puerta y dejándome sola allí, de nuevo, completamente humillada, adolorida y caliente.
Pasé un momento más en soledad, la saliva se escurría hasta mis heridas en el pecho, mis nalgas me ardían y no me las podía sobar. No podía pensar en nada más que querer desaparecer.
-Cherocu**
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