Una pequeña historia que estelarizan Patricia y Fabián. Enjoy~
El día de hoy es el último día, me dije a mi misma. Estábamos recostados a la orilla de la laguna de siempre, cotilleando acerca de temas cotidianos mientras mirábamos hacia el cielo ya nublado. De vez en cuando él giraba su cabeza y me sonreía, a lo que yo respondía con otra sonrisa nostálgica. Era el momento para decir adiós, pero yo no sabía cómo comenzar. La primera gota de lluvia cayó sobre mi frente y me advirtió del aguacero que se avecinaba, a lo que comenté que deberíamos refugiarnos en la parada del autobús. No mucho tiempo después de levantarnos, la lluvia arreció sin piedad sobre nuestras cabezas. El techo resonaba fuertemente en nuestros oídos, pero podíamos escucharnos si alzábamos la voz considerablemente.
-No sabía de que iba a llover tan fuerte -dijo él, soltando una risita.
-Yo sí, pero no creí que tan pronto -respondí inmutada.
-Ah, es que tu ves el clima ¿cierto?
-Sip
Las gotas de agua heladas que rebotaban en el suelo comenzaron a mojar mis calcetas y me generaron una sensación de escalofrío, a lo que respondí sobando mis tobillos con las manos.
-¿Tienes frío?
-Sí, el agua está helada.
-¿No trajiste tu suéter?
-No, lo dejé en casa.
-Te presto el mío para que te cubras -ofreció él, quitándoselo de la cintura, donde lo tenía amarrado.
-Estoy bien, no es tan mala la sensación.
-Y si te enfermas ¿Qué hacemos? -preguntó sonriente, a lo que luego susurró en mis oídos- Tus piernas son una parte sensible...
-Lo sabes bien, pero mejor póntelo tú -respondí apenada, recordando lo de unos días atrás.
Sin pensarlo más, me lo colocó sobre las rodillas, cubriendo la parte baja de mis piernas. Se me estremeció ligeramente el corazón.
-Gracias.
-De nada.
Sin pensar mucho en el paso del tiempo, admiramos en silencio la lluvia caer y distorsionar la vista hacia la laguna. Pensé en muchas cosas durante el tiempo que duró nuestra espera, una de ellas era mi preocupación por el frío que él ahora tenía en los brazos, pues le sé friolento; otra de ellas era mi curiosidad ante lo que él iría a decir después de mi adiós. La lluvia estaba por terminarse, las gotas cada vez caían con menos frecuencia y eran más pequeñas, como un chipi-chipi. Era la hora de decir adiós. Adiós a aquél que me hizo sentir felicidad, a aquél que me hizo sentir pesar, a aquél del que realmente me enamoré.
-Ya va siendo hora -dije yo, rompiendo con la belleza de nuestro silencio reflexivo.
-Así es.
Me quité su suéter de las piernas y se lo entregué.
-Gracias, de nuevo.
-Quédatelo...
-No, ya es mucho que pasaras frío por mí durante la lluvia.
-Sí tengo frío, pero que tú tengas frío me pone de nervios.
-No es necesario que te preocupes por mí... más.
-¿Más?
-Te lo diré claro... -comencé, sintiendo mis ganas de llorar avecinarse - ya no podemos seguir con esto.
-¿Por qué? ¿Es porque sigo con Perla? o ¿Santiago te dijo algo? -se giró desconcertado, alzando la voz.
-Es por mí.
-¿Qué?
-Mi corazón no puede más con esto... me duele mucho.
-Te duele porque te guardas cosas... conmigo no tiene que ser así.
-Contigo también lo es... soy alguien que no soy... que no me gusta ser -dije entre lágrimas.
-Para ambos es difícil, pero ya me habías dicho que no importaba.
-¡Pues sí importa!
-No llores Patty, no tiene que ser así...
-No puedo más con esto, por favor déjame irme sin decir más.
-Al menos déjame llevarte a tu casa.
-Prefiero irme sola.
-Pero todavía no termina la lluvia.
-Es mejor así.
Él suspiró fuertemente y se levantó.
-El lunes me regresas el suéter -dijo, ocultando sutilmente sus ganas de llorar también.
-Sí - le dije yo.
Sin decir más, se fue: subió a su camioneta y se fue...
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